martes, 2 de noviembre de 2010

En una noche fría y humeda...


En esa parte de la ciudad raramente se encontraba taxi y los autobuses ya no circulaban.
La humedad y el frío de la noche se me estaban metiendo en el cuerpo.
Caminaba cansado mientras vibraba en el aire la última campanada que anunciaba la medianoche. Fue entonces cuando de repente oí, más allá de aquella esquina extrañamente iluminada, un profundo grito que me atrajo. El sentido común me decía que huyera pero...
tenía curiosidad, quería saber quién gritó y por qué lo hizo.

Seguí el rastro de ese espantoso grito. Me encontré a una mujer llorando en el suelo. Había un camión aparcado en medio del camino. Me acerqué, vi a un niño tumbado, alguien lo había atropellado en esa noche fría y tormentosa. La mujer desesperada resultaba ser su madre, y el dueño del camión un buen hombre que intentó ayudar, como yo. A veces el sentido común debe dejarse atrás.

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