miércoles, 27 de abril de 2011

¿Persiguiendo mis metas ?

Que todo tiene un inicio


y todo tiene un final


nadie ignorarlo podrá.


Ignoramos el final


pero con certeza sabemos


que si  no desistimos,


lograrlo seguro podremos.


Una cosa sé con certeza,


que sin luchar hasta el final


ningún objetivo se puede alcanzar.


Cada día exige su esfuerzo


y si día a día trabajamos


podremos llegar tan lejos


como nos propongamos.

conocerle

Nunca rías de quien desconoces


que tu risa vale mucho,


no mires a quien no te interesa


pero comienza por escucharle,


no podrás dejar de mirarle.




viernes, 22 de abril de 2011

CUADERNO DE BITÁCORA VI


FINAL

Viernes, 17 octubre 1768

El capitán se alegró, todo había salido a pedir de boca. En ese momento se encontraba en el Surprise, el navío pirata, que supuestamente saqueó el Europa, había sido una suerte que unos corsarios los atacasen, Espinoza tenía la oportunidad perfecta para abandonar el barco. Después del ataque de los navíos enemigos  y antes de que el Surprise entrase en escena, el capitán del Europa ordeno a Mendoza tirar por la borda toda la munición después de la batalla naval y a de la Fuente esparcir por las bodegas la pólvora y casi todo el ron.
Lo tenían todo previsto, pararon en aquél punto del mar para la llegada del Surprise. Se aseguraron una mecha desde las bodegas hasta el puente del Europa para conseguir tiempo para huir y que la tripulación a lo lejos creyera que el oro descansaba en el fondo del mar.
La nave la capitaneaba Mario Mendoza, que se había hecho pirata tras la muerte de su padre. Se cargó en la nave todo el oro que cabía en las bodegas del Surprise y unos barriles de ron para la tripulación a parte del  cuadro del despacho de Espinoza y el cuaderno de bitácora.
Mario entregó una carabela al capitán a la que se le cargó el oro que entraban en las bodegas, víveres para unos días y doce marineros autóctonos de la isla de Lemnos lugar al que se dirigían, Mario aceptó el oro que  como presente por la ayuda prestada y dejó a esos doce marineros que regresaran a su patria, Mario con el oro pretendía ir a los mares del norte para dejar la piratería y establecerse como comerciante.
Mario habló con su hermano para que se quedara con él, pero no logró convencerlo . Así que la carabela con Espinoza, Mendoza y de la Fuente se dirigían a Lemnos. Aquellos tres hombres habían arruinado a su país, habían herido el orgullo de la nación hundiendo el Europa y ellos serían recordados como unos grandes marineros.
Una vez llegaran a Lemnos se instalarían en una casita de color blanco donde reharían sus vidas, se casarían, tendrían hijos o simplemente pescarían hasta el atardecer.
Unos días después se encontraban en su nuevo hogar, Lemnos, una isla de origen volcánico cautivó los corazones de los tres nuevos habitantes de la isla, una vez establecidos en su nueva casa Espinoza dejó el cuadro en una esquina, se dirigió a la playa, miró el cuaderno de bitácora y lo soltó en el mar, ocultando así la verdad de lo sucedido. 
Lemnos

CUADERNO DE BITÁCORA V

 (ver EL PRIMER DÍA, EL SEGUNDO DÍA, EXTRACTO DEL DIARIO DEL CAPITÁN, EL PRINCIPIO DEL FIN)
LA CAÍDA DEL EUROPA

Jueves, 16 octubre 1768

Todo el mundo se despertó, casi todo el barco sufría las consecuencias de la ingesta de ron del día anterior. El capitán pasó revista a sus oficiales y se dedicó a hacer sus tareas matutinas mientras Mendoza y de la Fuente se dedicaban ha hacer inventario de la munición. La mañana transcurrió sin incidencia alguna hasta que Iñigo Beltrán, un joven mozo al que todo el mundo tenia aprecio divisó  tres navíos, en concreto dos galeones y una nao que se acercaban al Europa a toda velocidad mientras éste permanecía inmóvil. Acto seguido, el capitán Espinoza dio la orden de poner en marcha el navío, pero ya era demasiado tarde.
Las tres naves enemigas aparecieron a barlovento por lo que el Europa estaba  a sotavento por lo que no podía huir. Los tres navíos los dirigía un corsario que  decidió hacerse con las últimas reservas de oro de España para entregar una parte a su país. 
Espinoza decidió atacar, la primera, segunda y tercera batería de cañones estaban armadas, pero de golpe un cañonazo enemigo alcanzó el bauprés, otro el timón y otro derribó el palo de mesana. Pocos daños más sufrió el Europa aparte de los citados anteriormente pero la nave quedó ingobernable. Al cabo del rato se procedió al abordaje del navío, pero con la cantidad de hombres a bordo del Europa en menos de un par de horas acabó la batalla con los dos galeones hundidos y la nao huída.

Después de comprobar los daños del navío y las bajas de la tripulación se llegó a la conclusión de que había que abandonar el navío y deberían usar los botes para navegar a la isla más cerca que tenían, Córcega o Cerdeña, para avisar así a la armada ya que la preciada carga del navío permanecía intacta.
No todo salió como se esperaba, un barco pirata, una nao que había divisado al Europa había sido testigo de la batalla naval y decidió rematar el abordaje del Europa. Un marinero sugirió que habían de defenderse, los cañones permanecían casi intactos y la potencia de fuego continuaba siendo enorme y además podrían capturar el barco enemigo para dirigirse a puerto con el oro. Ante esta reflexión el capitán discrepó, un mozo le había informado que la munición había desaparecido, el ron y la pólvora habían sido esparcidos por la bodega y la escasez de hombres propiciaba la pérdida de toda a tripulación, pero lo que verdaderamente dolió al mozo fue que alguien cometiera el sacrilegio de desperdiciar el ron,  así que Espinoza decidió abandonar el barco en los botes que aún quedaban.
Espinoza, Mendoza y de la Fuente que veían extinto su plan de deserción decidieron quedarse en el barco para hundirse con él, la tripulación no lo permitió, pero de todos modos debían irse; lo que quedaba de tripulación abandonó la nave en los botes y los tres hombres se quedaron en el barco, después de todo lo vivido aquél día nadie preguntó por Mariano Costa, todo el mundo creía que había muerto en el ataque.

El panorama desde los botes era desolador, el mozo Iñigo Beltrán desde la distancia vio como el Europa era apresado por los piratas y en poco menos de una hora el barco pirata salió veloz como si la parca los persiguiera. Así fue, porque una gran explosión sacudió el mar, El Europa había estallado, desde lo más hondo del corazón los marineros de los botes vieron como según creían, que el capitán en un acto de valentía había hecho estallar el barco con la pólvora que había en él. Lo que después vieron fue inverosímil, el cielo se tiño de dorado y una lluvia de agua y oro cubrió parte del cielo, la carga del Europa reposaba en las profundidades del mar.

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jueves, 21 de abril de 2011

CUADERNO DE BITÁCORA IV

Miércoles, 15 octubre 1768

El capitán Espinoza se encontraba sentado en la butaca de su despacho contemplando su gran mesa de caoba, encima de la mesa había solamente un par de plumas, un cartapacio y un tintero con tinta negra. Los rayos de luz entraban por el ventanal de la sala. Espinoza con los párpados cerrados, las piernas bien colocadas y los brazos sobre la mesa reflexionaba sobre lo que debía hacer, lo que necesitaba hacer y lo que quería hacer hasta que llegó a la conclusión de que esos términos eran en aquél momento los mismos. Sonaron en  la puerta del despacho los golpes de unos nudillos pidiendo permiso para entrar, era Mariano Costa. Cuando se abrió la puerta, un gran griterío inundó la sala hasta que la puerta se cerró, era la hora de comer y el capitán había entregado a la tripulación gran parte del ron de las bodegas, estaban ya ebrios y no podían dar un paso al frente ni identificar lo que pasaba a su alrededor. La nave llegó al punto indicado y se dió la orden de ponerla al pairo. Entró Mariano, un hombre educado, culto, con una gran corpulencia y fiel a sus principios con gran sentido del deber.
Entre estos dos  hombres se produjo una conversación que marcaría el destino de ambos.
-Usted Mariano -dijo el capitán- ¿lleva ya muchos años en la marina verdad?
-Cierto, pero... ¿a que viene esto?
-¿Después de tantos años viendo día tras día como el estado inicia guerras y envía a sus hombres a la muerte, no empieza a estar cansado de la vida militar?
-¿Donde quiere ir a parar capitán? -dijo Mariano con un cierto tono de violencia en su voz-
-Digo Mariano, que el estado se embolsa todo el dinero que puede y lo gasta en su propio beneficio, despojando al pueblo de los recursos que necesita, y nosotros poseemos ahora mismo la riqueza necesaria para crear algo inimaginable.
-¿Dice usted de quedarnos con el dinero e irnos? -golpeando la mesa con el puño lleno de rabia prosiguió-, capitán, eso es traición y si bien no me equivoco esto lo tenia usted ya planeado, queda usted relevado del mando hasta que lleguemos a puerto, donde será juzgado.
-¡Este navío nunca llegara a puerto! -Espinoza pronunció estas palabras mientras violentamente se levantaba.
-Traición y deserción, curiosa combinación, le detendré aquí mismo.
Antes de que Mariano acabase de pronunciar sus últimas palabras, Espinoza se le lanzó al cuello, los dos hombres se movían por toda la sala hasta que Mariano tropezó, cayó y se desnucó con el canto de la mesa de caoba del capitán.
Acto seguido de la muerte de Mariano, de la Fuente y Mendoza entraron, los tres se miraron y comprendieron la magnitud de la decisión sin retorno que habían tomado.
En la cubierta no había nadie, los marineros dormían a causa de su embriaguez y los tres hombres arrojaron el cadáver por la borda.
Los hombres de más rango del barco se encontraban reunidos pensando cuál sería su siguiente paso y cuán difícil sería llevarlo a cabo sin incidencias.
¿El motivo de la deserción? La desilusión y odio por el estado, ya que todas sus desgracias eran causa de España, ¿a dónde desertar? Irían a la isla de Lemnos, una isla griega donde nadie los encontraría.
Todo el barco pasó una noche tranquila, toda la tripulación descansaba y se recuperaba de su embriaguez.

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CUADERNO DE BITÁCORA III

 EXTRACTO DEL DIARIO DEL CAPITÁN ESPINOZA

Lunes, 13 octubre de 1768         (ver EL PRIMER DÍA,  EL SEGUNDO DÍA)


Hemos atracado en el dique seco de Nápoles y se ha embarcado al navío la carga estipulada, la cantidad de víveres, ron y pólvora es ínfima en comparación al espacio que ocupa el oro, hemos tenido que estibar gran parte de los barriles de pólvora entre el oro que ocupan todas las bodegas, y el pescado y el ron en unos camarotes desocupados.
Navegamos rumbo al punto situado en la  latitud 38º 19' N  y longitud 10º entre las islas de Córcega y Cerdeña para hacer tiempo por si alguien va a por la preciada carga que transportamos. La tripulación piensa que en la bodega hay armas y tejidos, temo un motín si descubren la auténtica carga, les he entregado una cuarta parte de los barriles de ron, para el resto tengo una idea en mente, igual que con la pólvora.
Durante estos días no ha ocurrido nada destacable excepto la reunión que hemos tenido Mendoza, de la Fuente y yo. Hemos decidido llevar a cabo nuestro plan, nadie nos lo impedirá, ya no hay marcha atrás, pasado mañana nuestro plan habrá empezado para dar paso a unos hechos que marcarán nuestras vidas; el lazo que nos une es muy fuerte unido por un punto común en todos, tengo confianza ciega en Mendoza y de la Fuente, todos sin diferencia tenemos una tragedia personal, la muerte de la familia de Mendoza, aunque su hermano menor vive; de la Fuente perdió a su hijo en la guerra y, finalmente, yo perdí a María por culpa de un médico incompetente que a causa de su negligencia le causó la muerte. Ella era lo único que me quedaba en el mundo, y como aquel inepto era hijo de un noble no le ocurrió nada, así que mi vida se ve ligada al mar.
Empieza a oscurecer, se me empieza a nublar la vista y he de dejar de escribir por hoy, a la luz de las velas no puedo más que recordar las tardes veraniegas en las que solía ir a pescar y no tenía ninguna preocupación. Ahora me encuentro sentado en una butaca contemplando el diario que me veo obligado a escribir día a día; por suerte nadie leerá este  diario ya que contiene encerrados mis más profundos sentimientos. 

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CUADERNO DE BITÁCORA II

EL SEGUNDO DÍA         (ver EL PRIMER DÍA)

Sábado, 4 octubre de 1768

Juan Mendoza se había levantado temprano para supervisar las tareas matutinas a bordo del navío y de paso para recibir las instrucciones de su amigo y capitán José María Espinoza. Mendoza se vistió, se calzó sus zapatos y salió de su camarote no sin antes asegurarse que se había afeitado correctamente con su navaja.
Mendoza se dirigió al despacho del capitán; allí estaban, aparte del citado anteriormente, el capitán, de la Fuente y Mariano Costa. Aquel hombre era lo que se podría decir una especie de autoridad naval con orden directa del jefe supremo de la armada para controlar las acciones del capitán. La armada necesitaba asegurarse de que su mejor  buque no sufriese algún percance. El Europa se botó en el dique seco de Cuba y desde allí se trasladó a Cádiz.
El capitán,  ante sus dos amigos y Mariano Costa,  abrió el sobre con las órdenes de navegación. El sobre considerablemente grande no tenía nada destacable, pero la carta era de un papel especial de alta calidad con un texto escrito a pluma con una gran fluidez. La carta la firmaba el almirante de la armada con sello real desde la corte del rey, cosa que significaba que aquella misión era vital para el país.
Las órdenes eran claras, debían ir a Nápoles para transportar una cantidad de oro suficiente para abastecer a todo el reino durante varios años, además del oro se debían embarcar unos barriles de ron y pólvora con la que se podía crear un gran explosivo y finalmente unos fardos de pescado para la tripulación; por suerte las bodegas del navío eran enormes y cabría toda la carga, eso si, la velocidad del navío se vería ralentizada.
La distancia a recorrer era muy larga, aproximadamente unas 1106,37 millas náuticas equivalentes a 2049 Km, que en línea recta equivalen a 609,07 Mn. Se  tardaría unos nueve días a recorrer esta distancia, ya que la velocidad de este buque en  condiciones propicias es de cinco nudos la hora, es decir, unos 9,26 Km/h. La misión era altamente secreta, pero seguramente la información se habría filtrado a los enemigos, por lo que la travesía de regreso sería peligrosa. Difícil tarea comportaba llevar tanto oro a Cádiz y no a Barcelona o a Valencia, desde donde el transporte de la carga a Madrid sería más rápido.
A Mendoza, al conocer la misión, le vino a la memoria el recuerdo de su familia, que murió en una incursión en territorio enemigo. Murieron su padre y su hermano mayor, la madre enfermó y murió y su hermano menor..., prefería no pensar en ello. Mendoza, por lo tanto, se quedó solo, pero la amistad que le unía a Espinoza desde la infancia le proporcionó una nueva vida.

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domingo, 3 de abril de 2011

CUADERNO DE BITÁCORA I

EL PRIMER DÍA

Viernes, 3 de octubre de 1768

El capitán de navío de la Armada Española José María Espinoza vestía el uniforme reglamentario acorde con su rango en la armada. Durante dos interminables meses su Europa había estado atracado en un muelle para dar los últimos retoques al navío. El Europa era uno del los navíos de guerra mejor armado de su categoría, cosa que le restaba velocidad pero le otorgaba una gran potencia de fuego, no en vano poseía 126 cañones, una tripulación de 1071 hombres, una eslora de 220 pulgadas y un lastre de 20.000 quintales, lo que le permitía entablar batalla contra cualquier navío, la capacidad de carga del Europa permitía almacenar gran cantidad de víveres así como de armamento y otras cosas que obtuviesen durante su travesía. Era la primera vez que Espinoza capitaneaba un barco de tales características y debido a su experiencia, él era el indicado para dirigir el Europa.
Había llegado ya el momento de levar anclas, en poco menos de un par de horas el Europa habría abandonado la ciudad gaditana para dirigirse a mar abierto donde Espinoza se sentía en libertad. Se desplegó todo el velamen, desde la cangreja hasta el petifoque pasando por la vela mayor y la gavia. Una vez en alta mar Espinoza abandonó el castillo para dirigirse a su despacho no sin antes delegar todas las tareas a su segundo de abordo Juan Mendoza y al nostramo Luís de la Fuente. Mientras Mendoza marcaba el rumbo con el timón, de la Fuente controlaba a la tripulación que estaba de guardia en la cubierta del barco mientras el resto de la tripulación estaba asignada a una zona concreta del navío, o simplemente descansaba.
Espinoza entró en su despacho, éste estaba decorado con gran cantidad de cuadros que ilustraban batallas navales y diferentes escenas relacionadas con el mundo naval. En una esquina había un gran cuadro cubierto con una sábana para evitar que se estropease hasta que llegara el momento de descubrir que había en él. El centro de la sala lo presidía una gran mesa de caoba con una gran butaca donde Espinoza había pasado largas horas contemplando cartas de navegación.
Espinoza se sentó en la butaca y ante sí tenía encima de la mesa gran cantidad de mapas, las cartas de navegación, papeles sueltos, en una esquina una serie de libros y finalmente dos cosas que ocuparon casi toda la tarde del capitán, el cuaderno de bitácora y un sobre con las ordenes de su misión. Cogió el sobre y lo guardó en un cajón, ya lo abriría más tarde, abrió el cuaderno de bitácora y escribió en él lo más relevante del día y lo guardó; seguidamente se levantó, destapó el cuadro anteriormente mencionado y lo colgó en la pared, se sentó de nuevo en su butaca y contempló durante largo rato el cuadro. En aquel cuadro aparecían los padres de Espinoza, su hermano, el propio Espinoza, su mujer y el padre de ella. Entonces empezó a recordar su pasado.
Espinoza era ya un hombre curtido, relativamente joven al que el sol, el viento y la lluvia han castigado su rostro durante toda su vida, lo que le ha dado una expresión dura pero limpia y honesta a la vez, en definitiva, la mirada de los que no tienen nada que esconder. Espinoza nació en Valladolid en 1721 en el seno de una familia humilde que se ganaba la vida con el transporte marítimo, por lo tanto su padre lo instruyó transmitiéndole su pasión por el mar. Cuando Espinoza hubo alcanzado la edad necesaria se enroló en la marina para servir a su patria, en concreto en el navío Victoria y allí conoció a su mujer, María, que era hija del capitán Gutiérrez. María y Espinoza se enamoraron al poco tiempo, ya que la madre de María había muerto y solo le quedaba su padre. A Gutiérrez no le hacía mucha gracia la relación que había entre su hija y Espinoza, pero conforme iba pasando el tiempo, Espinoza se convirtió en el segundo de abordo del Victoria congeniando así con Gutiérrez y obteniendo la mano de María en matrimonio. La unión con María hizo que la reputación de Espinoza aumentara, ya que Gutiérrez era un hombre importante entre la marinería.
Un día, por desgracia, Gutiérrez pereció en una batalla hundiéndose con su Victoria y poco después murió María de una enfermedad. Ese cuadro era lo único que le quedaba de su familia, era el cuadro de su boda.
Al morir el padre de Espinoza, murió el ultimo lazo que lo unía a tierra y su nueva vida fue el mar ,obteniendo así el Europa. La única familia que le quedaba eran Mendoza y de la Fuente. El mar dará a cada hombre una nueva esperanza como el dormir le da sueño, esa frase fue la que un día su padre le dijo, cuanta razón tenia su padre -pensó Espinoza- toda su vida la había dedicado al mar y solamente cuando se encontraba bajo las estrellas, con el olor de la brisa marina, sentía una agradable sensación de comodidad y bienestar. 

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