domingo, 6 de febrero de 2011

Leer el Quijote

¿Por qué LEER EL QUIJOTE después de 400 años de su primera publicación? Esta fue la pregunta que me hice cuando el profesor de castellano nos mandó traer la primera parte. Me preguntaba qué nos aportaría un libro tan histórico y significativo a siete alumnos que apenas conocíamos a su autor.

Creo que pocas veces había sido tan paciente y estado tan atenta como cuando leía el Quijote. Me ha supuesto un gran esfuerzo intelectual y cultural comprender muchas de las explicaciones de personajes tan cultos como don Quijote y tan incultos como Sancho. Aun así, me he divertido mucho. Cervantes mezcla el carácter culto y sereno de Alonso Quijano con el carácter loco y temerario de don Quijote en un mismo molde. Consigue un personaje cómico y ridículo, a la vez que apasionante y querido. Realmente, puedo afirmar que quiero mucho a don Quijote. Aunque resulta un pésimo caballero andante, sus intenciones se ven puras y sinceras. Cervantes lo retrata como un luchador incansable por la justicia y un personaje fiel a su ideología y sus costumbres caballerescas. Es de tal magnitud su credibilidad que provoca este mismo efecto a su escudero Sancho, quién emprende el viaje siendo siervo de las promesas de su amo. En efecto, Sancho es tan importante como el mismísimo don Quijote. Creo que un personaje carecería de valor sin el otro. La relación de ambos muestra un proceso de evolución a lo largo de la novela. El personaje de Sancho se va quijotizando cada vez más. Al final de la novela, se puede observar como claramente Sancho coge las riendas de la locura, y don Quijote se libera de ellas.
El final es realmente estimulante: el regreso a su tierra, el recibimiento de Teresa y la sobrina de don Quijote, la cordura del hidalgo, la locura de sus compañeros… su muerte. Nos deja sin su locura y sus hazañas, es decir, sin ganas de leer más que su última voluntad. Es un final triste, pero necesario. Debía estar a la altura de todo el libro y, sin duda, lo está.

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