jueves, 21 de abril de 2011

CUADERNO DE BITÁCORA IV

Miércoles, 15 octubre 1768

El capitán Espinoza se encontraba sentado en la butaca de su despacho contemplando su gran mesa de caoba, encima de la mesa había solamente un par de plumas, un cartapacio y un tintero con tinta negra. Los rayos de luz entraban por el ventanal de la sala. Espinoza con los párpados cerrados, las piernas bien colocadas y los brazos sobre la mesa reflexionaba sobre lo que debía hacer, lo que necesitaba hacer y lo que quería hacer hasta que llegó a la conclusión de que esos términos eran en aquél momento los mismos. Sonaron en  la puerta del despacho los golpes de unos nudillos pidiendo permiso para entrar, era Mariano Costa. Cuando se abrió la puerta, un gran griterío inundó la sala hasta que la puerta se cerró, era la hora de comer y el capitán había entregado a la tripulación gran parte del ron de las bodegas, estaban ya ebrios y no podían dar un paso al frente ni identificar lo que pasaba a su alrededor. La nave llegó al punto indicado y se dió la orden de ponerla al pairo. Entró Mariano, un hombre educado, culto, con una gran corpulencia y fiel a sus principios con gran sentido del deber.
Entre estos dos  hombres se produjo una conversación que marcaría el destino de ambos.
-Usted Mariano -dijo el capitán- ¿lleva ya muchos años en la marina verdad?
-Cierto, pero... ¿a que viene esto?
-¿Después de tantos años viendo día tras día como el estado inicia guerras y envía a sus hombres a la muerte, no empieza a estar cansado de la vida militar?
-¿Donde quiere ir a parar capitán? -dijo Mariano con un cierto tono de violencia en su voz-
-Digo Mariano, que el estado se embolsa todo el dinero que puede y lo gasta en su propio beneficio, despojando al pueblo de los recursos que necesita, y nosotros poseemos ahora mismo la riqueza necesaria para crear algo inimaginable.
-¿Dice usted de quedarnos con el dinero e irnos? -golpeando la mesa con el puño lleno de rabia prosiguió-, capitán, eso es traición y si bien no me equivoco esto lo tenia usted ya planeado, queda usted relevado del mando hasta que lleguemos a puerto, donde será juzgado.
-¡Este navío nunca llegara a puerto! -Espinoza pronunció estas palabras mientras violentamente se levantaba.
-Traición y deserción, curiosa combinación, le detendré aquí mismo.
Antes de que Mariano acabase de pronunciar sus últimas palabras, Espinoza se le lanzó al cuello, los dos hombres se movían por toda la sala hasta que Mariano tropezó, cayó y se desnucó con el canto de la mesa de caoba del capitán.
Acto seguido de la muerte de Mariano, de la Fuente y Mendoza entraron, los tres se miraron y comprendieron la magnitud de la decisión sin retorno que habían tomado.
En la cubierta no había nadie, los marineros dormían a causa de su embriaguez y los tres hombres arrojaron el cadáver por la borda.
Los hombres de más rango del barco se encontraban reunidos pensando cuál sería su siguiente paso y cuán difícil sería llevarlo a cabo sin incidencias.
¿El motivo de la deserción? La desilusión y odio por el estado, ya que todas sus desgracias eran causa de España, ¿a dónde desertar? Irían a la isla de Lemnos, una isla griega donde nadie los encontraría.
Todo el barco pasó una noche tranquila, toda la tripulación descansaba y se recuperaba de su embriaguez.

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