domingo, 5 de junio de 2011

Modus vivendi

Cada mañana me levanto a las 7 para empezar a trabajar. Me siento, rutinariamente, en el tercer peldaño de mi bloque y me coloco en posición fetal para no molestar a nadie. Me dedico al arte de observar a los demás. Hay gente que no acepta este modus vivendi, otros simplemente lo desprecian, seguramente porque  ellos son las ratas de mi experimento. Me identifico como un curioso que pretende captar la diferencia entre aquellas personas que viven realidades de otros porque un día no quisieron distinguirse y aquellas que rompen el molde porque necesitan ser auténticas. En mi oficio, cada vez menos común, hago de mediador pacífico para comprender porque el ser humano es tan dubitativo y le cuesta tanto escucharse. Con el tiempo he comprendido que todos mis sujetos dependen de otros sujetos para sentirse bien. El señor Baudelio o rata 1, vende antigüedades en una pequeña tienda de la esquina. Igual que su padre, su abuelo y 4 generaciones anteriores, sigue con más pena que gloria el negocio familiar. A veces, cuando me acerco a la tienda, lo descubro hojeando fotografías de distintos lugares del mundo, como las cataratas del Niágara, los bosques exóticos del Amazonas, las playas de América latina, o las siete maravillas del mundo. Adapta expresiones de resignación y conformismo, y mueve los pies nerviosamente, como si estuviera haciendo algo malo. Los remordimientos de conciencia no cesan hasta que cierra el libro de golpe y lo esconde en el tercer cajón de la mesa, antes de cerrarlo con llave. Entonces se levanta y hecha un vistazo a su alrededor, para intentar valorarlo al máximo. Para Baudelio, la única y auténtica reliquia es el libro de viajes junto con la esperanza de viajar algún día. La rata 2 es un hombre de mediana edad, con bigote y pelo oscuro. Diariamente pasa delante de la tienda del señor Baudelio y observa con admiración las reliquias del aparador. A veces se detiene y mira el precio de la etiqueta blanca y pequeña que acompaña el objeto. No se sorprende y se marcha. Se dedica a vender catálogos de viajes y opciones de viajes planeados y acomodados a distintos presupuestos, aunque no parece que le guste demasiado hacerlo. De este modo, día tras día repiten el mismo error sin intención de cambiarlo. La mayoría buscan sentir la estima de los demás, porque no encuentran la suya. La gente camina con prisas todas las mañanas sin querer llegar al trabajo. Yo lo veo todo. Veo sonrisas tristes, lágrimas sinceras, falsas decisiones y muy pocas verdades. Es un trabajo triste y eterno, una filosofía que emborracha y no alimenta. Pero es mi modus vivendi. El aire que tengo que respirar para ser feliz y el que no cambiaría por la mayor riqueza del mundo.


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